mientras la tarde mostraba dentelladas:
Vine con un pincel de luz alegre
para tatuar tu nombre en las constelaciones
de árboles, arrimados a la más negra tierra
donde los dioses se dan por constituídos
y las raíces se clavan en la inminecia
de un mundo que se bambolea, asentado.
Como la música que sueltan los violines
y en la que tienden a arrullarse las mandrágoras
quise rasgar tu velo, tu cintura
pintarte de rojos los labios tan alegres
Entre columnas y alveolos de humo
y las dispersaciones de las campanadas
que suben, rajándo litorales
allá donde el cielo es una terna viva
Inmensa catarata de los cúmulos
que no se pormenoriza en el levante
quiere caer en tu sitiada piel:
hecha de las virtudes de tu verde.
Intenté pincelar tu linda cara
como quien aspira a ver lo inaccesible.
Bordee las moléculas que formaban tu rostro
más bello que los lujosos alminares
tu mentón estaba asido a la luna
y tu mirada redonda me veía.
Entonces, retrocedí hacia el norte
hacia un lugar de marañas y trópicos
donde vela una muerte anaranjada
y las sombras vibran en sus anillos.
Eras tu blanquecino racimo de colores
la magnificación del arte en las breñas:la forma intimidante de la gloria
que se concentra en lo rosa del óvalo:
Ahí sentí que yo caía
en las cascadas que me habías arado
antes de ser yo, ser perceptivo
y mi linaje no era más alto que lo polvoriento.
Desapareciste de tus apariciones
a la hora misma en que nace en Simún
y goteaste sobre mí, llovizna mansa
presentando mi alma como muy desvalida
pasaron luego lagares y fogonazos
ríos de dulce miel y millares de almendras
la grave anochecida del milagro
hasta que renaciste, como yedra sinuosa
demostrando que yo hacia de necioy no llenaba las peticiones de tu ombligo.
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