Acudiré a ti cuando no me veas
cimbrado tu primor en el viento.
Sacudiré la legión de tus lágrimas
y mis hombros te serán terrazas recias.
Mis brazos te envolverán termalmente
con la fuerza tremenda de las catarátas.
Para tu lloro yo estaré allí
sujetando tu talle de espiga inquieta.
Inocularé mis fuerzas en tu corazón
y te llevaré en alto cuando decaigas.
Sentirás mis abrazos absolutos
aunque me veas perdido en las distancias.
Hay hombres que no juramos en vano
y capeamos las distancias como semidioses.
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