en mí, el corazón y la memoria
y el rastro de alegría que te estimula siempre
más allá de los límites en que ya no soy yesca
y de las cicatrices que tomaron desmedidas a mi alma
al punto ciego de no dejarme beber de luz alguna
dejando a mi corazón golpear y danzar sobre tu lomo decoroso
lejos de todo lo que es polvoriento, absurdo, débil,
replegado sobre tu plexo solar de intensa nube santa
arriba del estremecimiento de los arpégios donde pueda incrustarse una lírica;
Cielo extendido que en mis horizontes germinales se levanta
como andanadas de músicas resucitadas de archipiélagos mentales
podría yo beber de las conmiseraciones hacia las que me rindo y tiendo,
mujer de mis orígenes, de fundamentales alianzas imbatidas
árbol de quereres, manecillas de los momentos no afrentosos
océano a donde vengo a ahogarme tus manos de calmas desmedidas.
Una respuesta apenas, a orillas de la ensenada de tu voz es lo que necesito para llenar de sosiegos a mis sienes:
Despiertas y volátiles, como venas que claman que le des de tus oxígenos
para mantenerse de pie ante reciedumbres y desastres que quieran devastarlas.
- Eres el ángel que camina a ciegas al pie de mis solsticios interiores:
aquella que es esencial, sensible y vívida: miel derramada sobre peñas que me rompen-
( sosiego que me rescata cuando me alcanza alguna sed primitiva y anterior ).