Inventamos una forma de besarnos
que no tiene parangón ni paralelo.
Tú me sujetas con tus manos suaves
y me insertas en el medio de tu asiento.
Te arrojas bestialmente a mi cuerpo
y unimos las bocas cinceladas.
Creamos formas y contornos
que no existen en libros ni tabúes.
Nos besamos hasta el agotamiento
en la alborada de todos los sentidos.
Nuestros labios son maduraciones desgranadas
de las que hemos de quitar las pulpas.
Llegamos a la privativa de los éxtasis
cuando me arrojas sobre el freno de mano.
Es tu cuerpo patria de mis manos
que se me entrega con sus principios y volúmenes.
Corremos las avenidas del encanto
dentro de nuestras lenguas tropezantes.
He aquí el natalicio de la alquimia
cuando nuestros cuerpos se transforman en fuego
Y el beso aún nos traspasa las almas.
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