He aquí una ísla saturada de huesos
y mi Yo arrastrándose entre las calaveras.
He aquí los despojos del átomo monarquico
y la perdición que trae la torpeza.
De nada sirve clamarle a los élitros
o desesperarse ante dioses eslavos.
Los huesos son agujas entre los arenales
y se pudren por igual al sol o en las cuevas.
Los hombres mismo crearon este hachazo
y, si algo queda, será comido por las larvas.
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