El día se releva.
Las horas se reenganchan.
Un minuto traza a otro minuto
y los segundos segmentan a la sombra.
El tiempo es rubio, mulato y castizo
y pasa disolviendo todas las verbenas.
Los grillos se envenenan al tocar la paja.
Las hendeduras se hacen más largas y atroces.
El vértigo sigue siendo vértigo en la lejanía
y yo me arrojo a las catacumbas con mi ser alegórico.
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