Flotamos entre hojas quemadas
y los recuerdos del sauce rijoso.
Nos apegamos a los talles albinos
debajo de las constelaciones áureas.
Hay en nosotros un exceso de besos
que sólo puede ser drenado por el fuego.
Rompemos batas y camisones
lejos de las divagaciones del mundo.
Nos amamos entre los cantos de los monjes
saciando nuestra brutalidad imperiosa.
Así permaneceremos por siglos
esquivando el oprobio de cada minuto.
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