Tiéndete aquí
ante el mar de la tarde
que muestra su raíz en los océanos:
pon tu cuerpo a la luz de la lucha titánica
en que se constituye el luto de la espuma;
Ante este mar atlántico, evoca tu conciencia:
sé la niña mimosa envuelta en terciopelo
sé la misma garganta donde vive la sal
y el auxilio dilecto a los desamparados:
Sé pámpano, sé trueno, sé gavilla
que se exhibe de pronto en pan de boca.
Sé aquella mujer que se exhibe enervada
allí, donde los mares se enfrentan a cinturas
El acéite que sale de tu risa, dálo,
a las congregaciones de los que estén enfermos.
Úngeme con tus labios de trementina suave.
Ven a ser la maraña que me proteje sola,
ante el alarido de los rayos cobardes
y el guante oscurecido que me golpea de pronto
se aquello que, enardecido, sale a defenderme
mientras te pienso con la Luna a mi lado.
Golpea el viento y eriza tu melena
golpea el martillo baboso del blasfemo
tendida tú, transparente, bocanada de niebla,
espejo del arrullo que todos esperamos.
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