Mi amada no sabe de parlamentarios
pero hilvana finos parlamentos.
Jamás ha trabajado en recursos humanos
y es la más humana de todos los recursos.
Cuida de mi quietud con sangre y sudor
y ella es la roca donde fundo mi iglesia.
Mi amada no sabe afilar los exhortos
y prefiere apoyarme a punta de caricias.
Va conmigo por los calvarios de mi enfermedad
y se alegra si un día no estoy indispuesto.
Ella es la piedra donde descansa mi alma
y el tallo azucarado que endulza mis postrimerías.
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