Saludo a los domingos
como a los desterrados de nuestra Señora:
Como hijos postreros de la tolvanera
que se irán yendo, en su urna de aire.
Saludo a los domingos
con pañuelos celestes
como aquellos lugares pasajeros en que nací
y fueron asolados y azotados, sin goce,
mientras mi tierra natal, quedó sin nombre
danzando desnuda en sus cimientos
cuando era destruida por escuetos cuchillos
y el polvo de las casas cayó sin santos óleos.
Pasajero domingo, peregrinas
como lo hago yo, por prados y caminos.
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