y no te veían:
La mano,
hacía morisquetas pardas
entre los lienzos del ocaso.
Al borde de lo acre y la ceniza
en un trípode falso
se levantaba un rostro entre arquetipos:
Eras tú, haciéndote leyenda,
consumándote en tus declaraciones.
Mucho más bella que la linda perséfone:
Astro caído desde la faz del cielo:
Sobre las cosas muy llenas de erotismo
tú y la negación de las imperfecciones:
Saltaste del marco, estabas
moviéndote en las faldas de mi sueño:
Yo desperté con estuporlleno de angustias y molestias
para beber la avena de alegría
que, mañanera, pones en mis tazones.
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