muestra aridez de silencios de piedra.
Hay un jardin de calaveras, muecas,
plumas malditas de muertos colibríes
Cortante este paraje de un exilio
no se ve vértebra sin sangre coagulada.
Lugar de cólera vertida, de ráfagas
que latiga sin pundonor, mis sienes
y entra por mis ojos como veneno
que pudrirá mi entraña libertina
y en un terreno de rasguños salvajes
me sepultará con sus pócimas primerizas
lapidando, también, a la sabana
que retoñó a su respiro último
para expirar en tanta fibra seca
que derrotó a la vida, nuevamente
aquí nada descansa, sólo hay restosdel armagedón que conquistó a este mundo.
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