El páramo te mira y se sobrecoge:
Eras fruición, eras minuto de descanso:
Lugar donde el corazón desdecía de cenizas
y los lutos perdían su intuición melancólica.
Como manzana plagada de deleites
y dádiva comprometida a bendecir la tierra
venías como pomelo desgajado a la boca
entre las madrugadas de durazno.
Hoy, que has perdido esa sonrisa verde
que me rasgaba los sentidos con sus cuchillos santos
haz descendido a ser como rictus mortuorio
y no queda de ti más que polvo y migajas:
En tus ojos no hay más que silencios negros
y algunos orificios donde vibró la vida.
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