Gira el aire y doma a la hoja
y se resbala en la rosa de vientos.
El aire tiene cara de enfadado
y golpea las plateas ariscas
Sus dientes mordelones comen los anteojos
de alguno que los perdió, subiendo el empedrado.
Con mal rostro y uñas pretenciosas
rasguña las espaldas de las hembras herbívoras
que se agachan a recoger los terrones de azúcar
con los que endulzan sus labios cuando la zafra viene.
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