" apelotonada en su propia poltrona ".
Tiene un aire perdido con mirar de la China
y la faz silenciosa de una Vénus latina.
Carolina se mira de reojo las venas:
Pueden ser varios nardos, pueden ser de cayenas
y mira circular su sangre entre los vésperos.
La acompaña, a lo lejos, un bufón solitario
que piruetéa al borde de un salón estrafalario.
Carolina se sabe por la espera cansada:
Ya se encuentra molesta, ya se encuentra ataviada
para ir a la fiesta de marqueses excelsos
junto a los adoquines que pisó Paracelso.
Se ha ataviado de púrpura y letales escarceos
y pequeños zapatos que a su pasar inclina.
Su cabello ya flota como un vals de la tarde
anda como esperando a un caballo sonoro:Un unicornio límpido que montar con decoro
que la lleve aliviada por los montes rotundos
mientras liba la rosa que brota de otros mundos.
Y suenan las trompetas que para el baile llaman
mientras piensa en susurros que le dicen: " mi dama "
desliéndose toda como un fino detalle
o un grave arabesco que desvela su talle:
Abre sus ojos mustios y al ahora se incorpora
y se sabe que es chinga y que habla como lora
que pesa más que un cerdo y engorda por las nueces
que suele devorar, soñando estupideces.
De nada me sirvieron estas lineas preciosas
pues resultó que era una vieja mañosa
que gustaba del vicio, más que del mal, Perseo
y que a cada viandante le brindaba el fornicio:Yo la ví que partía hacia la conchinchina
y me dije: " Qué bueno que se fue la cochina ".
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