divago en ellos, insustancial e inerte,
sirviendo del caudal que deambula en mi sangre
como una canción que desentona al vuelo:
entrego las sapiencias que poblaron mis tiempos
antes de ser desalojado por vestigios.
Dioses cayendo perpendiculares a mí
hacia la fatua ensenada del atavismo
y la senectud que como mano, los atrapa:
seres de vértigos Señores de lo ambiguo
se derrumban y caen sobre sus propios ojos:
nada tiene la misma consistencia en la nada.
Todo está sujeto al más lacónico primitivismo.
Las potencias del aire reculan en vorágine:
se ha perdido la vida en los lares de la página:
Es mi temperamento el que deslíe allí
en la intransigencia serenísima de la hora yuxtapuesta. Si mana una resurrección, se aleja y desaparece
en el tiempo forjado de segundos mestizos:
no hay ojos en que puedan mirarse mis estigmas
ni lugares celestes donde entrar e inflamarse
en los mismos azules predilectos que hicieron los atajos de tus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario