Hay sombras que pueblan tu garganta.
Hay llanura de luces en tu pelo.
Tu vientre es de simple abeja tierna
que esconde, en arenales, un tesoro.
Manglares te recorren, también ríos
en los que descansa una mano como aguas.
Arcoíris terminan en tus sinuosidades:
vibrante y trémula, planta de piel tendida
donde encalla, a su arbitrio, el silencio
y cualquiera se acerca a rogarte una migajas
del pan salado que eres y se alienta en la boca
de los que no deseamos un trato puritano.
La curva de tu altura me hace creerme ciego
mientras estallas toda en lumbre inacabable.
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