Como el metal o el yermo
que se incrustan adentro de la carne
la estadía de tu ser, primitiva,
pauta de dolor sembrado en las auroras.
Fuliginoso, este ardor me notifica
ser llevado por vientos infernales
acurrucado en la ardiente lontananza
mientras me siento molécula vencida
carne arrasada por intensos dominios
allá, donde la vida ya no es vida
y el sustantivo se diluye en temibles ocasos.
Una flecha me ha penetrado y agonizo
arco caído, sinrazón, desmemoria:
mortal y evidente es que soy despojo
del que desprenden cenizas y sus lágrimas.
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