A una casa, se la ve, se la siente
pero no puede vérsela:
Allí están las romanillas y el piso,
la daga y el pilar que hizo el primer cuento.
Los recuerdos de los relojes y el vaivén del segundo.
La escalera y el sótano de los sentires vagos.
Se asciende a los techos por las esencias de las habitaciones:
Lugares que se poblaron de desiertos fantasmas:
En ella está incrustada el amor de familia
y el crujir de los pinos que la hicieron a diario.
Pesa allí la añoranza con su voz de ventisca
mientras se llena el alma con sabor de amoníaco:
Yo estuve en sus cristales, en sus salones frescos:
En todo lo que tiene olor a veta antigua.
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