Más allá del comienzo, de las perturbaciones reservadas.
Más allá del alarido último, de el postrer legado de violencias
donde las palabras y las lajas y las formas cobrizas pierden cuerpo
y todo se detiene o se inmoviliza, inmerso en un letargo solitario
la misma luz de la aurora, desangrándose, se quita su sombrero de milagro
al contemplar que tus ojos tienen un fulgor nuevo, fresco, fugitivo
y eres tú la que camina por las terrazas luminosas de la parsimonia
entre alientos parasitarios y tembladizos, cuando cruzas los bordes del crepúsculo.
En la amalgama de tus anunciaciones estan los signos de tu advenimiento
y una alegría sinuosa recorre al mundo y le dice de tus actos honrosos
de tus cantos de reina, de tus inmensas bondades inalienables:
de tu boca de rima nueva y tus cabellos que encienden a las galaxias.
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