y deje de deambular por sendas ácidas
colocaré mis pasos hacia dulces horizontes,
coloreados por el sabor del trueno,
instituidos sobre piedras fecundas
y la diafanidad de muchas savias
que agregarán robustez a mis pasos
y embriagadoras ideas, a deshora y a hora.
Continuaré más allá de los abetos
a ululantes valles de decoro
donde abrevaré a los márgenes del río
la paz que consistentemente, me es negada.
En las piedras más hoscas echaré mis afanes
y en mi boca se compondrá un himno, en alegrías.
Cuando el enojo cese llegará el olvido
y la brisa fragante donde ondea la calma.
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